Todos los que realizan deporte saben que para mejorar el rendimiento físico es necesario realizar un esfuerzo que muchas veces se evidencias...
Todos los que realizan deporte saben que para mejorar el rendimiento físico es necesario realizar un esfuerzo que muchas veces se evidencias en el dolor que sufren los músculos. Sin embargo, es necesario tener en claro cuando nuestro cuerpo trabaja correctamente y cuando esas dolencias son síntomas de posibles lesiones o sobre entrenamiento.
En primer lugar debe quedar en claro que un cierto dolor aparecerá siempre que se trabaje correctamente. Esto se debe a que los músculos del cuerpo son sometidos a un estrés superior al habitual, el objetivo de toda sesión de entrenamiento para luego mejorar las condiciones gracias a la supercompensación. Durante una sesión de ejercicios, los músculos se acumulan de ácido láctico, un subproducto del metabolismo anaeróbico, y pierden glucógeno, el combustible necesario para funcionar. Por ello es normal sentir una especie de "quemazón" en los músculos mientras se ejecuta un ejercicio o en los minutos posteriores.
Se trata de una simple fatiga muscular, que no debería causar molestias superiores en las horas subsiguientes, siempre que se complete una recuperación adecuada.
Sin embargo, muchas veces, en el afán de alcanzar los resultados deseados en un tiempo imprudente, se eligen cargas inadecuadas o se acortan imprudentemente los tiempos de descanso.
Un dolor que persiste en días subsiguientes a la actividad, es un claro indicador de que la fisiología del cuerpo fue estresada en niveles excesivos. Entonces, ya sea por una intensidad muy grande o por una acumulación de esfuerzo sin su correspondiente recuperación, los músculos empiezan a evidenciar dificultades para responder y luego dolores al moverlos. En casos más graves se producen lesiones, cuando las células están dañadas y vierten su contenido hacia el plasma.
Además, los huesos también pueden ser víctimas de un estrés extremo. Precisamente las fracturas óseas por estrés evidencian esto, ya que al sobre exigir al cuerpo, este remueve los huesos de áreas menos estresadas a aquellas implicadas en el esfuerzo lo Este proceso se denomina remodelado, y no puede realizarse correctamente si las cargas de entrenamiento se aplican demasiado rápido, lo que lleva a la fractura.
Es importante prestar atención a dolores crecientes y crónicos, que no desaparecen con el reposo, y que incluso llevan al insomnio y al consumo habitual de analgésicos y antiinflamatorios.
En síntesis, se debe cuidar la intensidad, el volumen y la frecuencia del entrenamiento y prestar atención a las señales que da el cuerpo. Estas indican si el camino que transitamos es el correcto para los mejores resultados.
En primer lugar debe quedar en claro que un cierto dolor aparecerá siempre que se trabaje correctamente. Esto se debe a que los músculos del cuerpo son sometidos a un estrés superior al habitual, el objetivo de toda sesión de entrenamiento para luego mejorar las condiciones gracias a la supercompensación. Durante una sesión de ejercicios, los músculos se acumulan de ácido láctico, un subproducto del metabolismo anaeróbico, y pierden glucógeno, el combustible necesario para funcionar. Por ello es normal sentir una especie de "quemazón" en los músculos mientras se ejecuta un ejercicio o en los minutos posteriores.
Se trata de una simple fatiga muscular, que no debería causar molestias superiores en las horas subsiguientes, siempre que se complete una recuperación adecuada.
Sin embargo, muchas veces, en el afán de alcanzar los resultados deseados en un tiempo imprudente, se eligen cargas inadecuadas o se acortan imprudentemente los tiempos de descanso.
Un dolor que persiste en días subsiguientes a la actividad, es un claro indicador de que la fisiología del cuerpo fue estresada en niveles excesivos. Entonces, ya sea por una intensidad muy grande o por una acumulación de esfuerzo sin su correspondiente recuperación, los músculos empiezan a evidenciar dificultades para responder y luego dolores al moverlos. En casos más graves se producen lesiones, cuando las células están dañadas y vierten su contenido hacia el plasma.
Además, los huesos también pueden ser víctimas de un estrés extremo. Precisamente las fracturas óseas por estrés evidencian esto, ya que al sobre exigir al cuerpo, este remueve los huesos de áreas menos estresadas a aquellas implicadas en el esfuerzo lo Este proceso se denomina remodelado, y no puede realizarse correctamente si las cargas de entrenamiento se aplican demasiado rápido, lo que lleva a la fractura.
Es importante prestar atención a dolores crecientes y crónicos, que no desaparecen con el reposo, y que incluso llevan al insomnio y al consumo habitual de analgésicos y antiinflamatorios.
En síntesis, se debe cuidar la intensidad, el volumen y la frecuencia del entrenamiento y prestar atención a las señales que da el cuerpo. Estas indican si el camino que transitamos es el correcto para los mejores resultados.
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