Ni el corazón, ni el cerebro: en cuanto a mecÔnica, el elemento mÔs complejo del cuerpo humano es el pie. O lo que es lo mismo, una excelsa ...

Al cabo del dĆa, una persona da de media entre 8.000 y 10.000 pasos, lo que en un aƱo supone mĆ”s de 3 millones de pasos. Pues bien, la forma en que se den esos pasos reviste su importancia para la salud.
La Asociación EspaƱola de Medicina y CirugĆa del Pie asegura que un 70% de la población padece en nuestro paĆs alguna enfermedad podal, pronóstico que amplĆan los laboratorios Cinfa, que calculan que el 85% de los espaƱoles sufren al menos una vez en la vida problemas en los pies. Un calzado adecuado es el primer paso para evitarlos.
Dejamos a veces que la mera estética, el seguir los patrones de la moda y el precio competitivo pesen demasiado en la compra del calzado, y arrinconamos dos aspectos esenciales, muy obvios: funcionalidad, esto es, que sirvan para el propósito pensado, porque no es lo mismo un zapato de lluvia que uno para buen tiempo; y comodidad, que sean fÔciles de llevar y no hagan daño.
Rozaduras, uƱeros, juanetes y callosidades son las repercusiones mƔs comunes y visibles de calzar un zapato inadecuado.
Pero no sólo sufren los pies: columna, cadera, rodillas y articulaciones padecen tanto o mÔs que los pies las consecuencias de utilizar calzado muy ajustado, pequeño, con tacones elevados o de mala calidad.
Se aconseja dedicar tiempo suficiente a la compra del calzado, pensar en la función que se le va a asignar (deporte, ocio, trabajo, vida urbana, fiesta, verano) y no comprar simplemente el que mÔs nos atraiga en un primer momento.
Hay que tener en cuenta, al menos, estas cuatro cuestiones objetivas: calidad del material, flexibilidad del empeine, comodidad del uso y altura del tacón, si lo tiene.
Se predica de los tacones altos que estilizan la figura y trasmiten sensualidad; ademÔs, no es que siempre acaben volviendo a ponerse de moda, sino que nunca dejan de estarlo. El problema es que todo lo que puedan tener de bonitos lo tienen de inicialmente incómodos y poco saludables. A dominarlos, e incluso a llevarlos con estilo, se aprende con la insistencia y con el paso de los años.
Pero no hay tacón alto que no perjudique la salud de quien lo calza con frecuencia. La parte delantera del pie y, sobre todo, el talón soportan el peso del cuerpo, y con el uso de tacones elevamos la altura del talón, con lo que la distribución del peso cambia: cuanto mĆ”s alto es el tacón, mĆ”s se carga la zona delantera. De modo que con tacones de diez o mĆ”s centĆmetros, casi todo el peso del cuerpo se ejerce sobre los dedos del pie, lo que acabarĆ” causando problemas a las usuarias.
AdemÔs, es frecuente que el zapato de tacón alto sea abierto y de empeine bajo, lo que hace que muchas mujeres elijan una talla mÔs pequeña de la habitual con el fin de que 'no baile' el pie. El zapato se fija mejor, sin duda, pero al encontrarse tan prieto aumenta la presión que reciben los pies. Esta irregular distribución de los esfuerzos del pie origina, ademÔs, una sobrecarga en el antepié, a lo que hay que añadir uñeros, juanetes y dolores en la planta del pie.
Pero, de todos modos, el perjuicio mÔs grave causado por los zapatos de mucho tacón es que rodillas y caderas se articulan en semiflexión y cuando se intenta mantener estÔtica la columna se produce una fuerte lordosis (excesiva curvatura del cuerpo) que derivarÔ con el paso de tiempo en lumbalgias y artrosis vertebrales. Tampoco en el otro extremo, los zapatos del todo planos, estÔ la solución.
Las hoy casi imprescindibles bailarinas o francesitas propician calambres, dolores musculares y contracturas por su nula elevación sobre el suelo.
Los zapatos ideales
AdemĆ”s de reparar en el precio y en el diseƱo, hay que tomar en consideración el tacón del calzado elegido, en realidad, basta con asegurarse de que tiene entre 2 y 4 centĆmetros, y que, si lo vamos a usar con cierta frecuencia o durante muchas horas, no supere los 6 centĆmetros.
La horma es otro de los elementos clave del zapato, ya que es la horma la que debe adaptarse a la forma del pie y no al revés. Si el pie no entra con facilidad en el zapato, zapatilla o bota, hay que descartar su compra porque aunque acabe cediendo con el uso, la adaptación la harÔ a costa del pie y presionando determinados puntos del zapato que acabarÔn por deformarlo.
La suela y el contrafuerte, situados en la parte posterior del zapato, tambiƩn han de tenerse en cuenta antes de elegir un calzado u otro. La suela serƔ resistente pero flexible, para permitir el correcto movimiento de todas las articulaciones del pie. El cuero y el caucho sintƩtico son los materiales mƔs adecuados para las suelas del zapato.
El contrafuerte ha de fabricarse con un material menos flexible, para que sujete bien el talón y proporcione la altura justa: por debajo de la articulación del tobillo. De lo contrario, el pie se moverÔ con dificultad y las articulaciones se resentirÔn.
¿Y son importantes los cordones? Pues sĆ, son convenientes, asĆ como trabillas, lazadas o hebillas en el empeine porque, ademĆ”s de sujetar mejor el pie, se adaptan con mayor facilidad a los distintos tipos de pie. Un exceso de holgura al atarlos hace que, de modo inconsciente, tendamos a sujetar el zapato con los dedos y sobrecarguemos asĆ la parte delantera del pie.
MÔs allÔ de estas recomendaciones, cada pie es diferente. Como lo son las actividades que se efectúan a lo largo de la jornada: estar en casa, andar, pasear con buen ritmo, correr otros deportes que requieren un calzado concreto.
Los podólogos pueden ayudar a quienes necesitan un tratamiento mediante plantillas de corrección. En realidad, al igual que a lo largo del año nos revisamos la vista o los dientes, es conveniente acudir a un centro en el que un podóogo aconseje sobre el tipo de calzado mÔs adecuado para nuestros pies y nuestras diversas actividades con el fin de prevenir, eliminar o tratar posibles trastornos.
Es despuĆ©s de acumular toda la actividad de una jornada cuando el pie se encuentra mĆ”s dilatado, con mayor volumen. Y es por ello que las horas finales del dĆa son las mĆ”s adecuadas para probarnos los zapatos en la tienda. Conviene hacerlo con el tipo de calcetĆn o media con que se van a usar.
Es muy normal que un pie sea mƔs grande que el otro, y por ello hay que probarse los dos zapatos y no uno solo como acostumbramos a hacer. Conviene empezar por el pie mƔs grande y caminar un poco con el nuevo zapatato calzado en Ʃl.
Si el dedo gordo roza la puntera o aprieta en algĆŗn punto, descartemos el modelo y pidamos otro. Pero si el talón queda bien calzado, el dedo gordo no se monta en los demĆ”s y hay al menos un centĆmetro de separación entre Ć©ste y la costura del interior del zapato, ese modelo habrĆ” superado la prueba ergonómica.
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