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“La sala de pesas del Pabellón”: Embrión de los gimnasios de Pontevedra

Esta semilla fomentó e impulsó el desarrollo de una floreciente y próspera industria del gimnasio en la ciudad, cuyo resultado se aprecia e...

Esta semilla fomentó e impulsó el desarrollo de una floreciente y próspera industria del gimnasio en la ciudad, cuyo resultado se aprecia en la ingente proliferación de los gimnasios privados en la actualidad.

Gracias a ésta influencia y a una histórica tradición deportiva, actualmente Pontevedra lidera una oferta técnico-formativa al más alto nivel donde se puede estudiar: INEF, Magisterio por EF, TAFAD, Fisioterapia o formarse como Masajista Profesional en todas sus especialidades.

Durante años, muchos pupilos, colegas y entusiastas del mundillo del gimnasio me han animado e insistido para que recogiera y relatara la rica historia de los gimnasios de Pontevedra. Como alguien que ha sido parte y protagonista de esta evolución, quiero confesar que me siento honrado de compartir esta narración que por mucho que lo he intentado ya no podía eludir más. Haber sido testigo directo del crecimiento y la transformación del mundo del entrenamiento de fuerza, el culturismo y la expansión de los gimnasios en nuestra ciudad, ha sido un privilegio que, después de haber pasado media vida en los mismos, me ha enriquecido profundamente en todos los aspectos de mi existencia. Con la intención de documentar y celebrar este fenómeno, he decidido finalmente plasmar en palabras esta apasionante travesía, que no solo ha moldeado cuerpos, sino también ha influido saludablemente en la sociedad pontevedresa.

El deporte hoy en día se erige no sólo como una actividad humana enormemente enriquecedora y generadora de bienestar personal, también constituye un importante instrumento de cohesión social, un eficaz vehículo para la transmisión de valores y un sólido elemento de impulso económico por lo que en los últimos años, en España y más concretamente en Pontevedra, hemos sido testigos de un auge sin precedentes: “la cultura del gimnasio”, todo ello, independientemente de la edad, del sexo, de la profesión y de la condición física y social de los usuarios que a diario los frecuentan.

Esta tendencia, evidencia en los tiempos actuales un cambio significativo hacia un estilo de vida más activo y consciente de la salud, donde “hacer pesas” ha dejado de ser sólo un pasatiempo de una minoría para convertirse en una auténtica pasión para muchos.

Por todo lo anterior, ahora entendemos el que cada vez haya más personas que se sumergen en el mundo del entrenamiento de fuerza, llámese también fitness, o si se prefiere, fisicoculturismo, un deporte que abarca muchos componentes claros vinculados a la mejora de la salud, la estética corporal y la alimentación sana, entre otras cosas, haciendo que los gimnasios ganen adeptos como una disciplina que fusiona el deseo de superación personal con el arte de esculpir el cuerpo, pues no se trata únicamente de levantar pesas o contar repeticiones; este movimiento abraza la disciplina, el reto particular y un fuerte sentido de sociabilización, que desde luego no ha surgido de la noche a la mañana, sino que se ha alimentado de diversas historias de crecimiento interior, de éxitos compartidos y de la creciente popularidad de iconos mundiales de un deporte que establecieron los cimientos de los gimnasios actuales: el culturismo, disciplina que demuestra que los límites del rendimiento humano están hechos para ser conquistados y que en sus diferentes manifestaciones se satisfacen todas las aspiraciones físicas de quienes hacen uso de él. En este contexto, el fisicoculturismo, bien se llame: musculación, máquinas-aparatos, fitness o modelaje; así pues, el futbolista que quiere ganar fuerza resistencia y no volverse patoso hace “musculación”, la señora mayor que quiere estar en forma y no desea que le crezcan los músculos sino endurecerlos hace “máquinas-aparatos”, el joven que aspira a tener un cuerpo de modelo hace “fitness”, y la chica que desea eliminar la grasa superflua del abdomen y de las caderas hace “modelaje”, ha dejado de ser una afición más, para convertirse en una verdadera pasión encubierta entre la población de todas las edades.

Cada levantamiento y cada sesión de entrenamiento son una búsqueda, no sólo de la perfección física, sino también, de una forma de expresión personal y de un sentido del logro.

Vista aérea del edificio del Liceo Gimnasio situado a la derecha del Puente del Burgo

En Pontevedra, al margen de lo que algunos puedan pensar o crean que sepan, los gimnasios tienen una historia fascinante que se remonta a poco más de un siglo atrás, pues históricamente, Pontevedra ha sido una ciudad donde la actividad físico-deportiva ha sido parte integral de su cultura. La tradición de practicar deportes al aire libre, como el remo en la Ría de Pontevedra, nadar en el río Lérez, el senderismo por los hermosos paisajes naturales de la bordean, una notoria actividad velocipédica (ciclista) por sus carreteras comarcales que incluso fueron incluidas en la programación de las fiestas de la Virgen Peregrina o la práctica de la esgrima en los jardines de casonas señoriales o en sus nobles salones de armas, ha estado arraigada en la ciudad durante generaciones, prueba de ello fue que a finales del siglo XIX, más concretamente en 1895 se funda el Liceo Gimnasio, una institución que era lo que más se acercaba al moderno concepto de gimnasio que existe hoy, y que tenía su sede en las proximidades del puente del Burgo en un imponente y emblemático edificio de amplios salones y cristaleras orientadas al río, ubicado exactamente en el vértice formado entre la Avenida del Uruguay y la calle Arzobispo Malvar, cuya acta fundacional y estatutos firmaron los pontevedreses: Victoriano Encinas (Presidente) y los señores, Gregorio García, Robustiano Fernández, Alfredo Pérez Prego, Constantino Lorenzo, José Millán y Tomás Abeigón (mi tatarabuelo) como vocales, pues durante los 22 años de vida de ésta sociedad, fue la única que ofertaba además de actividades de índole social, cultural y recreativas, actividades físico-deportivas (esgrima, gimnasia, boxeo, ciclismo, y como no, el fútbol que tanta atención acaparaba de la prensa) dirigiendo principalmente la sección de gimnasia el afamado florentino Atilio Pontanari y Maestrini, que también era el profesor de esgrima y boxeo. Pontanari que en aquel entones rondaba los 45 años, era un excelente ejemplo e inspiración para sus pupilos, pues añadido a su brillante inteligencia y creatividad, lucía un formidable desarrollo muscular y una portentosa fuerza física que le permitía compaginar estas clases con demostraciones de fuerza en un conocido circo adoptando el nombre artístico de “Hércules” y desarrollar una destacada carrera como ortopedista, llegando también a ser jefe de bomberos en varias ciudades, de hecho es tal el protagonismo que adquirió este italiano de adopción en la ciudad, que bien merece el artículo biográfico que ya estoy terminando de escribir sobre su figura y que en breve verá la luz.

Resaltar que el Liceo Gimnasio, pese a denominarse así, no fue un gimnasio al uso como los conocemos hoy en día, es decir, con un montón de máquinas de musculación, bicicletas estáticas, cintas para correr, mancuernas, bancos diversos, barras y discos de diferentes pesos, sino más bien, era una sociedad muy parecida a las que hoy existen en la ciudad, como, por ejemplo: el Liceo Casino o el Mercantil, pues pese a disponer de espaciosas salas donde se impartía la gimnasia, no disponía del equipamiento (aunque fuese antiguo), ni aparatos característicos de este tipo instalación.

Sin embargo, la evolución hacia un estilo de vida más urbano y sedentario trajo consigo en las últimas décadas del siglo XX, un cambio significativo en el aumento de la población y la influencia de las tendencias de salud y bienestar general que  impulsaron la demanda de instalaciones donde las personas pudieran ejercitarse de manera más estructurada, sistemática y profesional, y es precisamente en este contexto donde surge a finales de la década de los años sesenta, la necesidad de crear un espacio dedicado específicamente al deporte y el ejercicio físico con la construcción del “Pabellón Municipal de los Deportes” (el Pabellón de Deportes) que en su interior  albergó al que sin duda podemos considerar el primer gimnasio propiamente dicho de musculación de la ciudad: “La Sala de Pesas”.

El “Pabellón Municipal de los Deportes de Pontevedra” obra del arquitecto pontevedrés Alejandro de la Sota, que contó con un presupuesto de 27 millones de pesetas, fue inaugurado el 13 de julio de 1968 por parte del Delegado Nacional de Educación Física y Deportes Juan Antonio Samaranch (quien posteriormente llegó a ser Presidente del Comité Olímpico Internacional) siendo Gobernador Civil de Pontevedra en aquel momento Ramón Encinas Diéguez, y José Filgueira Valverde el Alcalde. Estos dos últimos, Encinas y Filgueira fueron dos autoridades a las que Pontevedra les debe mucho.

Ciñéndonos más específicamente a este primer gimnasio, donde inimaginablemente debutaban en la ciudad de Pontevedra las máquinas de pesas, pues estaba equipado con los más “modernos” aparatos de musculación de entonces, es decir, centrándonos en la “Sala de Pesas” del Pabellón de Deportes, que se ubicada debajo de la grada que se encuentra enfrente de la entrada habitual a éste recinto (veinte años después se creó una segunda sala de musculación en una de las esquinas superiores del mismo, pero este ya es otro capítulo), los primeros héroes pontevedreses de nuestro deporte, surgen a finales de la década de los años 70 cuando entonces ya en nuestro país, los pesimistas (que no pesistas) dan paso a los culturistas, y en nuestra ciudad aparece el primer corpúsculo de atletas integrado por un entusiasmado grupo de jóvenes de la ciudad del Lérez donde destacaba un fornido marinense nacido en 1952 asentado en la ciudad, Manolo Pereira, grupito que comienzan a utilizar las pesas no sólo como medio para mejorar la cualidad física de la fuerza en sus respectivos deportes (atletismo, gimnasia deportiva, judo, boxeo, balonmano, etc.), sino donde también una parte del mismo entrenaban duramente para adquirir y desarrollar una recia e imponente musculatura, “convirtiendo así su cuerpo en una obra de arte” como diría Oscar Wilde, pues los gimnasios en aquel momento todavía estaban únicamente en manos de hombres, dado que estamos hablando antes de que el entrenamiento físico estuviera de moda gracias a la ola o al boom del aeróbic que generó la estadounidense Jane Fonda en 1982, que hizo sudar a las mujeres de todo el mundo, animándolas también a mantenerse en forma activamente con sus vídeos.

Este grupo de “intrépidos” atletas que formaron lo que se podía denominar el “núcleo clandestino de la resistencia pesística pontevedresa”, que valientemente libraron en aquellos tiempos incontables batallas en su búsqueda del cuerpo musculoso, de la fuerza hercúlea y la vida saludable, pues por el gran público se ignoraban las bondades del ejercicio físico en general y las del fisicoculturismo en particular, y además tenían que soportar numerosas críticas e injustos comentarios del tipo de que “hacer pesas”: te embrutecía y deformaba el cuerpo, te “agarrotaba” los músculos o éstos al dejar las pesas se convertían en grasa, que no podías tener hijos, que te frenaba el crecimiento, que te quedabas calvo, o que no te casarías, entre otras lindezas, que si esto fuese verdad lo desaconsejaban totalmente de plano, sin embargo, aquellos que entrenaban de forma regular con pesas sabían que eso eran “auténticas chorradas” y algo absolutamente incierto, y que sus beneficios eran precisamente todo lo contrario, como desde hace años lo afirman la clase médica y los licenciados en Educación Física (INEF), pero como el que ignora suele ser atrevido, nuestros detractores lo son más por desconocimiento que por auténtica maldad, pues como ya hemos dicho el culturismo fue una especialidad deportiva atacada en exceso, que en España se veía su práctica como un escándalo para la moral, pues la Iglesia hubo una época que se ocupó de priorizar la religión sobre el cuidado del cuerpo, por lo que estaba también estigmatizado, y por ello no estaba ni siquiera considerado deporte como sí lo está hoy en día al ser reconocido como modalidad deportiva por el Consejo Superior de Deportes.

Otro gran obstáculo que tuvieron que librar estos pioneros, fue la falta de equipamiento, pues hasta bien entrados los años 80 no existían en nuestro país fabricantes en serie de máquinas de musculación y cardiovascular, y por aquel entonces, el único material que se podía encontrar en aquella primigenia instalación donde las palabras ventilación, iluminación, calefacción, confort, decoración e instrucción brillaban por su ausencia, era: alguna barra olímpica de levantamiento, diferentes discos olímpicos de pesas, espalderas, un soporte de sentadillas, una sencilla prensa atlética, una máquina de extensiones de cuadríceps y femoral de discos, un par de tablas de abdominales, otro par de bancos de press de banca y press superior, alguna rudimentaria polea, un multipower de discos, un mancuernero y poco más, equipamiento básico que fue lo que utilizaron quienes aspiraban a construir un físico un poco mejor, y en donde se puede decir, se sembró la primera semilla de los pesistas pontevedreses.

Dicha semilla dio su fruto con el paso de los años con la creación de los dos primeros gimnasios privados de la ciudad dedicados a la musculación: el gimnasio “Multi Gym” fundado por el ya citado Manolo Pereira y ubicado en el número 9 de la calle Palamios donde hoy en día hay una librería; y el gimnasio “Taller Corporal” fundado por el autor de este artículo y ubicado en el número 49 de la calle Benito Corbal donde hoy se encuentra el Supermercado Gadis. Ambos gimnasios, en las décadas de los 80, 90 y 2000 acogieron a miles de practicantes en sus instalaciones que confiaron en ellos diariamente su preparación física y puesta a punto, y que con el paso del tiempo sentaron las bases de una emergente industria del gimnasio, como así lo atestigua el que hoy en día exista un ingente número de centros que operan actualmente en las cuatro esquinas de la ciudad, gimnasios también denominados: box, centros deportivos o estudios de entrenamiento personal o pilates, todos ellos equipados con la última tecnología en equipos de ejercicio, y ofreciendo una amplia gama de clases y servicios, desde entrenamiento de fuerza y acondicionamiento cardiovascular con sofisticadas máquinas, hasta yoga, pilates, culturismo, aeróbic, spinning, natación, etc., etc., que además de ser centros de actividad física, muchos de ellos también se han convertido en comunidades donde las personas pueden socializar, motivarse mutuamente y compartir sus experiencias en el camino hacia un estilo de vida más saludable.

En resumen, el origen de los gimnasios en Pontevedra se encuentra en la apertura de la “Sala de Pesas” del Pabellón de Deportes que se puede considerar por derecho propio el primer gimnasio equipado con aparatos y máquinas de ejercicio con pesas de ésta ciudad, donde dos de sus usuarios que entrenaban allí habitualmente, con el paso de los años arriesgando su dinero apostaron por este sector y fundaron los dos primeros gimnasios privados propiamente dichos de musculación de la capital, que junto con otros que se montaron, caso del magnífico gimnasio Budo magistralmente dirigido por Santiago Durán, el gimnasio Center (muy próximo a la Herrería, que aún, disponiendo de una multiestación de la prestigiosa casa Salter, estaba más orientado al wellness y la gimnasia de mantenimiento) que estaba regentado por el citado Ibuz, el Gimsport en la Plaza de Barcelos, o el Ardeas de la calle Santa Clara que comenzó siendo una escuela de artes marciales pero luego se amplió con una sala de pesas al igual que los gimnasios Macesport y el Suh, entre todos, pusieron los pilares para el desarrollo del fitness, aunque en aquel entonces aún quedaba un largo y difícil camino que recorrer hasta la actual, variada y masiva oferta de estos espacios que no sólo ofrecen oportunidades de trabajo para los profesionales del sector, sino también para aquellas personas que desean mantenerse en forma reflejando el compromiso de la poblaciónpontevedresa con la salud y un estilo de vida activo.


Para concluir, destacar, que gracias, por un lado, a la tradición deportiva que desde finales del siglo XIX surge en la ciudad, y por otro, a ésta influencia que en el último cuarto del siglo XX y principios del XXI generaron los gimnasios privados, que no sólo dieron y dan servicio a la ciudadanía, sino que además despertaron muchas vocaciones orientadas a la Educación Física, el Deporte y el Masaje, actualmente Pontevedra lidera una oferta técnico-formativa al más alto nivel donde se puede cursar los estudios universitarios de: INEF, Magisterio por EF y Fisioterapia, y obtener otras titulaciones relevantes como: TAFAD o formarse como Masajista Profesional en todas sus especialidades, todo ello sin olvidar que en Pontevedra a finales de los años setenta se albergó por iniciativa de Benito Castejón que fuera Delegado Nacional de Deportes, el Centro de Iniciación Técnico Deportiva (CITD), dependiente del Consejo Superior de Deportes, que junto con el de Vigo fueron los dos únicos existentes en Galicia de la red de centros que se implantaron por toda España, y que algunos consideran el predecesor del que ahora se denomina Centro Gallego Tecnificación Deportiva creado en 1987 y dependiente de la Xunta de Galicia. Vamos que Pontevedra rezuma deporte por todos sus poros. 

Por Tomás ABEIGÓN (abeigon@yahoo.es) Tel. 607 477 360

- Licenciado en INEF, Entrenador Nacional y Campeón de España de Fisicoculturismo.







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