Con este pequeño artículo, pretendo llamar vuestra atención sobre aspectos varios de nuestro deporte, que disfrazados de un escenario seduct...
Con este pequeño artículo, pretendo llamar vuestra atención sobre aspectos varios de nuestro deporte, que disfrazados de un escenario seductor pueden contribuir negativamente y perjudicar no sólo al culturismo base, sino también al más especializado.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado con competidores cuyas vidas o entorno social ha quedado reducido al más puro y duro ostracismo o deterioro, debido en parte a las exigencias que del mundo competitivo se deriva?
¿Realmente esto es así? ; ¿debe el deportista abandonar sus relaciones, su entorno social, su círculo familiar o en el mejor de los casos permitir el consiguiente deterioro?
¿Está ocurriendo, o por el contrario esto no sucede y sencillamente lo estamos imaginando?
Suscribo estas líneas porque evidentemente creo que ha ocurrido, ocurre y es más que probable… siga ocurriendo. El resultado es un gran número de competidores que tras su experiencia posiblemente no quieran volver a saber nada del deporte. En muchos casos, acompañado de un deterioro en las relaciones humanas y que en la mayoría de las ocasiones puede derivar en ruptura de la unidad familiar.
¿Es bueno estrujar tanto a los chavales? Tanto que llegado el momento sólo les valga ganar; con la consiguiente decepción cuando, una vez en la plataforma, comprende por fin que ellos no son los únicos que entrenan.
No sé, pero siempre he considerado que inculcar valores como el de pasarlo bien y disfrutar de cada una de las cosas que se hacen durante la preparación, cambiaría el curso de las cosas, pero lamentablemente puede que estas acepciones estén perdiendo terreno ante la infantil sentencia de: “a muerte”.
Aun así, es de agradecer cuando alguien se sube a la tarima e intenta pasarlo bien, disfrutar sin tener en cuenta lo que se va a derivar de ello, más allá de la satisfacción plena por el trabajo realizado. Por supuesto, que una vez llegado el momento hay que defender el trabajo que cada uno ha realizado e intentar que el premio sea el más alto. ¿Acaso no es eso competir?
De todas formas y dando por sentado que el espíritu competitivo es una de las virtudes más valiosas del genero humano y que ha llevado y llevará al hombre a conquistas increíbles y maravillosas, no es menos importante celebrarlas con los seres queridos. Hay muchos culturistas que una vez han obtenido su tan ansiado primer premio tienen que colocarse delante de un espejo para celebrarlo con lo único que les queda, su reflejo; un reflejo que poco a poco por ende natural ira perdiendo brillo pero que en este, el peor de los casos, tornara a un color gris lóbrego.
Es muy bonito ver como competidores menos ambiciosos, disfrutan con sus éxitos en torno a una mesa familiar con sus seres queridos mas allegados celebrando el trabajo y esfuerzo unidos.
Resumiendo al deporte, y muy especialmente el nuestro, le hacen falta deportistas felices, felices de hacer lo que hacen, antes, durante y después de haberlo hecho.
Llegado el momento siempre habrá tiempo de sprintar, y apretar las tuercas.
Tened en cuenta que los competidores más curtidos con una larga y dilatada experiencia deben en la mayoría de los casos, su prometedora andadura al equilibrio con que conjugan pasión, ambición, fuerza y potencia.
¿Acaso entonces, no debemos ser ambiciosos?
Por supuesto que sí, la obsesión y la ambición son aptitudes que contribuyen y ayudan a obtener el fin deseado, pero sin equilibrio y control, como decía aquel anuncio, …..la fuerza, la potencia,…no sirven para nada.
SED FELICES ENTRENANDO
A POR TODAS…….
JUANDE
¿Cuántas veces nos hemos encontrado con competidores cuyas vidas o entorno social ha quedado reducido al más puro y duro ostracismo o deterioro, debido en parte a las exigencias que del mundo competitivo se deriva?
¿Realmente esto es así? ; ¿debe el deportista abandonar sus relaciones, su entorno social, su círculo familiar o en el mejor de los casos permitir el consiguiente deterioro?
¿Está ocurriendo, o por el contrario esto no sucede y sencillamente lo estamos imaginando?
Suscribo estas líneas porque evidentemente creo que ha ocurrido, ocurre y es más que probable… siga ocurriendo. El resultado es un gran número de competidores que tras su experiencia posiblemente no quieran volver a saber nada del deporte. En muchos casos, acompañado de un deterioro en las relaciones humanas y que en la mayoría de las ocasiones puede derivar en ruptura de la unidad familiar.
¿Es bueno estrujar tanto a los chavales? Tanto que llegado el momento sólo les valga ganar; con la consiguiente decepción cuando, una vez en la plataforma, comprende por fin que ellos no son los únicos que entrenan.
No sé, pero siempre he considerado que inculcar valores como el de pasarlo bien y disfrutar de cada una de las cosas que se hacen durante la preparación, cambiaría el curso de las cosas, pero lamentablemente puede que estas acepciones estén perdiendo terreno ante la infantil sentencia de: “a muerte”.
Aun así, es de agradecer cuando alguien se sube a la tarima e intenta pasarlo bien, disfrutar sin tener en cuenta lo que se va a derivar de ello, más allá de la satisfacción plena por el trabajo realizado. Por supuesto, que una vez llegado el momento hay que defender el trabajo que cada uno ha realizado e intentar que el premio sea el más alto. ¿Acaso no es eso competir?
De todas formas y dando por sentado que el espíritu competitivo es una de las virtudes más valiosas del genero humano y que ha llevado y llevará al hombre a conquistas increíbles y maravillosas, no es menos importante celebrarlas con los seres queridos. Hay muchos culturistas que una vez han obtenido su tan ansiado primer premio tienen que colocarse delante de un espejo para celebrarlo con lo único que les queda, su reflejo; un reflejo que poco a poco por ende natural ira perdiendo brillo pero que en este, el peor de los casos, tornara a un color gris lóbrego.
Es muy bonito ver como competidores menos ambiciosos, disfrutan con sus éxitos en torno a una mesa familiar con sus seres queridos mas allegados celebrando el trabajo y esfuerzo unidos.
Resumiendo al deporte, y muy especialmente el nuestro, le hacen falta deportistas felices, felices de hacer lo que hacen, antes, durante y después de haberlo hecho.
Llegado el momento siempre habrá tiempo de sprintar, y apretar las tuercas.
Tened en cuenta que los competidores más curtidos con una larga y dilatada experiencia deben en la mayoría de los casos, su prometedora andadura al equilibrio con que conjugan pasión, ambición, fuerza y potencia.
¿Acaso entonces, no debemos ser ambiciosos?
Por supuesto que sí, la obsesión y la ambición son aptitudes que contribuyen y ayudan a obtener el fin deseado, pero sin equilibrio y control, como decía aquel anuncio, …..la fuerza, la potencia,…no sirven para nada.
SED FELICES ENTRENANDO
A POR TODAS…….
JUANDE
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