Porque justamente en estos dĆas la obsesión colectiva es recaudar beneficios y financiación, pero en el fondo y a pesar de los momentos punt...
Porque justamente en estos dĆas la obsesión colectiva es recaudar beneficios y financiación, pero en el fondo y a pesar de los momentos puntuales, en esencia lo realmente trascendental no estĆ” nunca ligado a un valor económico, sino a uno sentimental.Sin embargo, con frecuencia los Ć”rboles no nos dejan ver el bosque.
En un mundo en el que generalmente todo se evalĆŗa en función de sus resultados económicos, es natural que los culturistas se quejen amargamente de la poca remuneración económica que existe en este deporte y a pesar de que es cierto que en el Mr Olympia de IFBB, el ganador este aƱo se embolsaba el mayor premio de la historia, 200.000$ (unos 120.000 euros) no es menos cierto que comparado con otros deportes eso no es mĆ”s que una autĆ©ntica miseria. Si nuestro Mr Olympia de turno puede llegar a ganar esa decente cifra y es posible que alcance a doblarla al aƱo mediante seminarios, exhibiciones y contratos publicitarios, no hay que perder de vista que se trata de un atleta absolutamente Ćŗnico y excepcional, con una dedicación de 24 horas al dĆa y 365 dĆas al aƱo, que ha de entrenarse y alimentarse como una autĆ©ntica mĆ”quina de precisión. Pero eso no es mĆ”s que migajas si lo comparamos con otros deportes como el golf, el fĆŗtbol, el baloncesto, el tenis, los deportes de motor (coches o motos), o cualquier especialidad atlĆ©tica.
Si el número uno del culturismo no llega a ganar ni una fracción de lo que ganan otros deportistas, no hablemos ya del resto de culturistas, entre los cuales incluso los profesionales siempre invierten mÔs en prepararse para competir de lo que pueden llegar a obtener como recompensas.
Y la cosa no va a mejor, sino que parece que va a peor. En el circuito profesional con excepción del Arnold y el Mr Olympia los premios en metĆ”lico son mĆseros o directamente inexistentes y la calderilla sólo se reparte entre los seis finalistas, pero en cambio ellos han de correr a cargo con los viajes y hasta con los gastos de hotel.
Pero parece que todavĆa se puede ir a peor, porque se estĆ” empezando a cobrar por los ‘derechos’ a competir. AsĆ que no sólo te lo has de pagar todo y no hay premios que cosechar, sino que ademĆ”s tienes que pagar un derecho por ‘protagonizar el espectĆ”culo’.
En el Ć”mbito amateur parece que lejos de mejorar estamos dando pasos atrĆ”s, porque ahora ademĆ”s de correr a cargo con los gastos de desplazamiento, de pagar la habitación y la comida, asĆ como la consabida ‘licencia anual’ de afiliación a la asociación de turno, ahora tambiĆ©n hay que pagar un ‘derecho’ para poder competir. ¿Alguien se ha detenido a pensar que si las competiciones existen es gracias a los competidores y que si se eliminase del pĆŗblico a sus familiares y amigos, seguramente el patio de butacas se quedarĆa vacĆo?
Ante este estado de cosas, me parece irónico, cuando no directamente patĆ©tico, que todavĆa haya chicos lo suficientemente ingenuos cómo para obsesionarse con el objetivo de desarrollar los mĆŗsculos al mĆ”ximo como medio de solucionar el futuro económico de sus vidas. Eso no es un sueƱo, es simplemente una quimera. TenĆ©is mĆ”s posibilidades de que os toque el gordo de la loterĆa que de que eso sea una realidad.
Si vuestros sueƱos estĆ”n basados en una necesidad económica, entonces lo mĆ”s seguro es que acabĆ©is frustrados y aborreciendo lo que inicialmente tanto amasteis. Volved a vuestros orĆgenes, esos mismos por los que todos nos apasionamos con las pesas. La pasión implĆcita que conlleva el entrenamiento duro y diario, el ambiente del gimnasio, el ruido inconfundible y Ćŗnico de los hierros chocando entre sĆ o contra el suelo. Esas amistades fraguadas entre el sudor y los gemidos ahogados de las repeticiones forzadas y las bromas y risas con vuestros compaƱeros de entrenamiento.
Recordad como pasabais todo el dĆa deseando que llegase el momento de acudir al gimnasio para machacaros con intensidad y con vehemencia. ¡Era el mejor momento del dĆa!
Adorabais la sensación de mĆŗsculos doloridos y ver gradualmente como con vuestro propio esfuerzo ibais transformando vuestro cuerpo y moldeĆ”ndolo a voluntad y, poco a poco, esos mĆŗsculos crecĆan mĆ”s y mĆ”s.
El mensaje que quiero enviaros con este breve comentario es que no equivoquĆ©is el verdadero sentido de las cosas. Todo culturista se inicia en el entrenamiento con pesas por voluntad propia de mejorarse, de transformar su cuerpo y por alcanzar la mayor perfección fĆsica posible, es una labor tan ingente, dura y de tan larga duración que sólo es posible llevarla a cabo si estĆ” movida por el motor mĆ”s poderoso que existe: por amor.
Si pensĆ”is dedicaros al culturismo por dinero, lo mĆ”s probable es que fracasĆ©is y al cabo del tiempo os sintĆ”is frustrados o peor todavĆa, fracasados, y pensarĆ©is que habĆ©is estado perdiendo miserablemente el tiempo dejando pasar otras oportunidades en vuestra vida.
Hacedlo por amor, sin buscar el provecho económico y entonces recogerĆ©is tantos beneficios que vuestra vida serĆ” mucho mĆ”s rica y saludable que la de la mayorĆa, aunque sus posesiones materiales sean mayores que las vuestras. ¿QuĆ© importancia tiene una medalla, una copa, un tĆtulo, o una recompensa económica en comparación con ese fĆsico imponente y espectacular con el que venĆs soƱando desde que erais unos crĆos, o con una salud de hierro y una mayor expectativa de vida?
Si no habéis tenido la suerte de tener a alguien que os lo haya dicho antes, os lo diré yo: Todo lo bueno y realmente importante en esta vida no se puede medir ni valorar con dinero... sino con amor. Si estÔis en el culturismo esperando cosechar beneficios económicos, os habéis equivocado de actividad y acabaréis aborreciéndolo. Si lo hacéis por amor, serÔ lo mejor que os haya ocurrido en la vida.
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