Agrura, acidez, ardor . Nombres populares (dudosa popularidad) para un fenómeno que afecta a millones de personas y que recibe el nombre...
Agrura, acidez, ardor. Nombres populares (dudosa popularidad) para un fenómeno que afecta a millones de personas y que recibe el nombre técnico de reflujo gastroesofágico
En términos sencillos, esto significa que el ácido del estómago retorna hacia el esófago y al encontrar abierto el esfínter que separa ambos órganos, invade al segundo, lo inflama y provoca todos estos síntomas, que son más intensos cuanto mayor es la acidez del contenido estomacal y cuanto más ácido penetra en el esófago. El fuego ácido puede encararse desde dos perspectivas: previniéndolo o atacándolo cuando se desata. Por supuesto, siempre es mejor, en términos de costos materiales y emocionales y en calidad de vida, la prevención.
Los primeros pasos preventivos son los cambios en los hábitos de vida y de alimentación. Esto significa, en lo más simple, evitar bebidas y comidas irritantes, eliminar los snacks en la cama a la hora de dormir, o los atracones (postres, chocolates, un "sandwichito") nocturnos de última hora o de mitad de la noche, poner un límite a la ingesta de café, dejar el tabaco (una razón más, por si hubiera pocas).
También ayuda un ordenamiento en el horario de las comidas, no comer "cualquier cosa" al paso, no confundir lo urgente con lo importante (es lo urgente lo que genera más ansiedad, descontrol, tensión y, en fin, estrés). Sin duda, el ejercicio físico moderado (caminar, correr, andar en bicicleta, nadar) practicado con frecuencia contribuye al mejor funcionamiento de nuestros distintos aparatos (circulatorio, nervioso), entre ellos, el digestivo.
Cuando el incendio está declarado, hay que apelar a otros métodos. Los médicos no coinciden en cuanto a la utilidad de los tratamientos farmacológicos. Como se trata de un problema mecánico (apertura y cierre de una válvula), muchos sostienen que su tratamiento no puede ser químico. Sin embargo, existen medicamentos que tienen efectos favorables. Entre los más novedosos se encuentran los bloqueadores del ácido, que actúan bloqueando los efectos de la histamina, generadora de ácido en las células estomacales. Como estas sustancias necesitan unos 30 minutos para empezar a actuar, suele aconsejarse tomarlas antes de las comidas y no cuando empieza el ardor.
Los bloqueadores difieren de las antiácidos tradicionales en que, justamente, previenen la acidez en lugar de apagarla y en que su acción se prolonga casi el doble de tiempo (ocho horas contra cuatro). Sin embargo, los antiácidos actúan más rápido y son más baratos. En todos los casos conviene evitar la automedicación, porque si bien el medicamento puede frenar la acidez, acaso provoque efectos secundarios (por intolerancias o por combinación con otros medicamentos) no deseables. Y hay una prevención que vale para ambos: ni los bloqueadores ni los antiácidos deben ser tomados diariamente o varias veces a la semana por propia decisión. A lo sumo, son aceptables en casos de síntomas severos o de episodios ocasionales. Decidirse a hacerlos parte de su dieta, como una especie de "postre curativo" habitual, puede ser el mejor camino para generar enfermedades graves en el esófago o el estómago.
Por último, están los fármacos prokinéticos, que actúan estimulando al esófago a barrer rápidamente el reflujo. Y los inhibidores de la bomba de protones, que bloquean la secreción de ácido en el estómago. Pero tienen efectos colaterales y deben ser acompañados de otras medicinas.
¿Y la leche? Siempre tuvo fama de apagar estos fuegos. Justa fama, pues se trata de un antiácido suave, ya que su contenido de calcio neutraliza al ácido del estómago al mezclarse con él. Sin embargo, su beneficio inicial puede volverse en contra cuando el estómago se ve forzado a producir más ácido como reacción a la presencia del calcio, de modo que la sensación final puede ser de mayor acidez.
Por último, existe un método natural que se suele recomendar a quienes padecen con frecuencia de este malestar. Consiste en elevar unos 15 centímetros la cama en la parte del cabezal. Esta inclinación permite que, al estar acostado, la fuerza de la gravedad ayude al ácido a circular hacia abajo y no hacia el esófago.
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