¿El mayor enemigo del culturismo?

La reciente conversación con un competidor mediocre me hizo pensar que puede que los enemigos del culturismo no estén fuera, sino entre noso...

La reciente conversación con un competidor mediocre me hizo pensar que puede que los enemigos del culturismo no estén fuera, sino entre nosotros.

El culturismo es un deporte subjetivo, incomprendido, admirado, odiado, deseado, muy duro, pero sobre todo extremadamente bello. Es mitad deporte y mitad arte, un arte vivo como ningún otro, porque una escultura, una pintura o cualquier otra creación una vez realizada permanece igual en el tiempo, habrá quedado mejor o peor, pero sigue igual. La obra del culturista no. El culturista esculpe su propio cuerpo y éste siempre está en constante evolución, sí, puede empeorar, pero siempre es mejorable y esa es quizá la mayor de las magias, que aunque sea con matices el artista puede dedicarse a su obra durante toda la vida y seguir hasta el último de sus días puliendo sus ‘imperfecciones’.

¿Eso es arte, o magia? No lo sé, pero desde luego es maravilloso.

Sin embargo, el culturismo no acaba de cuajar entre el gran público, por lo menos no como nos gustaría, sigue siendo muy poco conocido y lo que es peor, es mal visto y hasta desprestigiado y despreciado por muchos.

Es cierto que a los culturistas nos han colgado muchos San Benitos y clichés: arrogantes, narcisistas, matones, etcétera, pero puede que algunos de nuestros enemigos, esos que impiden que la gente vea la verdadera grandeza de este deporte, estén entre nosotros mismos.

Estoy hablando de esos culturistas que con sus acciones y modo de comportarse ofrecen malos ejemplos y dan motivos para que se viertan esas críticas hacia el colectivo.

En mi opinión, uno de los mayores enemigos de nuestro deporte es el egocentrismo desmedido de algunos, que no es lo mismo que la seguridad en sí mismo o la confianza en las propias posibilidades, algo bueno de lo que hacen gala todos los grandes campeones. En cambio, ese sentimiento egocéntrico excesivamente desarrollado es el que lleva a muchos a convertirse en frustrados, en envidiosos y en resentidos, amargándose la vida ellos y a los demás y dando mala fama al deporte.

Tienen sueños de grandeza exagerados y fuera de sus posibilidades reales y con cada competición en que fracasan se hunden más en su miseria y mezquindad. Esa constante decepción interna les lleva a criticar duramente a los demás, a no aceptar deportivamente la derrota, a recurrir a cualquier medio para infundir un progreso que por las razones que sea le es esquivo, y a recurrir a las supuestas exageraciones que hacen los otros para intentar justificar su inferioridad.

Con semejante ego, la visión de sí mismos está distorsionada y no pueden ser realistas. Se creen víctimas de todos y son incapaces de admirar y valorar el mérito de los demás. Curiosamente se convierten en los críticos más ácidos hacia el culturismo.

Con la misma intensidad que envidian al que está mejor que ellos, infravaloran y maltratan a los que están por debajo.

En definitiva, no se comportan como verdaderos deportistas y con sus actos nos dan mala fama a todos, porque su arrogancia y prepotencia se les puede presuponer a cualquiera que esté fuerte y tenga músculos grandes, cuando no es así.

En lugar de eso hay que saber disfrutar de lo que Dios y la genética nos ha dado y sobre un escenario respetar y valorar al contrario, ayudarlo, felicitarlo y admirarlo, porque todos sabemos el esfuerzo que hay detrás de cada cuerpo bien desarrollado, incluso aunque tenga la fortuna de tener la genética de su parte. El trabajo duro y continuo es la regla para cualquiera, así que con independencia del grado de desarrollo alcanzado, todos merecen un respeto y también admiración.

Por suerte la mayoría de culturistas son deportistas de corazón y saben admirar, valorar y respetar a los demás, proyectan humildad y siempre hablan bien del culturismo y de los culturistas, procuran contagiar al gran público de la magia que hay detrás de transformar el propio cuerpo con su esfuerzo y en definitiva captan adeptos para este estilo de vida sana, pero son las manzanas podridas las que hacen ruido y llaman la atención. Son esos egocéntricos desorbitados los que nos dan mala fama y contribuyen a dar que pensar que todos los culturistas son así, engreídos, prepotentes, matones, camorristas y gente aislada en su pequeño mundo.

Estos miembros del culturismo nos hacen más daño que bien y ojala se dedicasen a cualquier otra cosa, porque en el fondo aunque se entrenen con pesas no son verdaderos culturistas. El culturista de veras es ante todo un ejemplo para los demás y está tan orgulloso de su desarrollo como del de sus compañeros, a los que no critica sino alaba y siente especial satisfacción en propagar entre los neófitos este maravilloso estilo de vida.

Así que si en vuestro entorno encontráis a alguno de esos amargados haréis bien en darles la espalda, porque algunos enemigos del culturismo están entre nosotros.

Por Cándido Moro