La tripa es, para un 48% de los hombres, la parte de su cuerpo que mĆ”s querrĆan cambiar. Peligrosa para la salud y para la autoestima, uno d...

La curva de la felicidad atraviesa sus horas mÔs bajas. No sólo por aquello del espejo, la moda de las camisas entalladas o los nuevos estÔndares de belleza masculina, que también, sino porque la barriga, especialmente la de los varones, ha saltado por encima de las consideraciones estéticas y se estÔ revelando como uno de los principales problemas de salud pública.
De hecho, estos dĆas acaba de celebrarse en Hong Kong el primer Congreso Internacional de Obesidad Abdominal, en el que se han congregado centenares de especialistas en cardiologĆa, diabetes y endocrinologĆa para exponer los Ćŗltimos conocimientos acerca de los problemas mĆ©dicos que acarrea tener un abdomen prominente. Y la conclusión es unĆ”nime: los barrigones tienen un mayor riesgo cardiometabólico, es decir, un mayor riesgo de desarrollar tanto diabetes tipo II como enfermedad cardiovascular.
Malas noticias, pues, para los vientres rollizos en general… y para los hombres en particular. Porque, mientras las mujeres se desesperan luchando contra celulitis, cartucheras y brazos fofos, en el caso de los hombres la maldición de la grasa se ceba en torno a su cintura, de forma que son pocos los privilegiados que, superados los 40 aƱos, no lucen tripita.
Y esto es asà por una cuestión genética: venimos asà de fÔbrica. "A la hora de redistribuir la grasa, hombres y mujeres somos distintos. La mujer tiende a acumularla en el tejido subcutÔneo, bajo la piel, principalmente en la zona glúteo-femoral. Es la obesidad ginoide o de forma de pera.
En cambio, el hombre tiende a tener poca grasa subcutĆ”nea y mĆ”s grasa intraabdominal, que se conoce como obesidad androide o de forma de manzana", explica Susana Monereo, jefe de EndocrinologĆa y Nutrición del Hospital Universitario de Getafe.
EL PESO DE LOS GENES
Pensemos en los niños: en la infancia, niños y niñas son iguales, es decir, blanditos y gorditos, sin formas; pero, en cuanto las hormonas comienzan a actuar, cambia su composición corporal. Las chicas empiezan a tener las célebres curvas y las caderas se van convirtiendo en el contenedor perfecto donde almacenar la grasa que les harÔ falta en su función reproductora.
El varón, en cambio, no tiene esa posibilidad de acumular la grasa en muslos y caderas. AsĆ, cuando empieza a engordar -y la tendencia, para ambos sexos, es aumentar de peso con el paso los aƱos-, como no tiene esa capacidad femenina de almacenar el tejido graso bajo la piel, lo acumula allĆ donde puede, esto es, donde tiene su particular saco: "Y Ć©se no es otro que la tripa. El hombre que engorda porque come mĆ”s de lo que gasta, guarda esa grasa en las vĆsceras, el tronco, el abdomen. Y eso puede provocar muchos problemas de salud", seƱala la doctora Monereo.
Porque tener tripilla puede ser fastidioso desde el punto de vista estĆ©tico -los abdominales del futbolista Cristiano Ronaldo resultan mĆ”s interesantes, quĆ© duda cabe, que el barrigón del actor Gerard Depardieu-, pero parece que ha llegado el momento de aparcar por un momento la frivolidad y de centrarse en la salud. Ćse es uno de los objetivos del doctor Basilio Moreno, presidente de la Sociedad EspaƱola de EndocrinologĆa y Nutrición: "Mientras la grasa subcutĆ”nea es mĆ”s o menos inocente, es grasa sin mĆ”s, la que se deposita alrededor de las vĆsceras es verdaderamente patológica.
En esos casos, el adipocito o cĆ©lula grasa no es, como pensĆ”bamos hasta hace unos aƱos, un depósito mĆ”s o menos antiestĆ©tico, sino que se trata de una glĆ”ndula endocrina capaz de segregar sustancias que van a poner a los pacientes en riesgo de desarrollar el conocido como sĆndrome metabólico, que es la asociación entre obesidad, diabetes, hipertensión arterial y elevación del colesterol".
Y, para redundar mĆ”s en la trascendencia de la obesidad abdominal, resulta que la prueba estrella para estimar cuĆ”ndo una persona estĆ” en riesgo cardiometabólico es, sencillamente, la cinta mĆ©trica: se mide el perĆmetro de la cintura y, si estĆ” por encima de 102 cm (en mujeres, por encima de 88), tenemos un problema.
Tanto, que un estudio publicado en The New England Journal of Medicine concluye que, por encima de las cifras consideradas normales, cada cinco centĆmetros de incremento del perĆmetro de la cintura elevan en un 17% el riesgo de fallecimiento en los hombres y un 13% en las mujeres.
LA PRUEBA DEL METRO
"Medir la cintura es la forma mĆ”s sencilla de establecer la obesidad intraabdominal. Es cierto que no se obtiene un resultado cientĆfico, para ello necesitarĆamos recurrir a unos aparatos llamados impedanciómetros, que miden a la perfección la composición corporal. Pero hay muy pocos en EspaƱa, apenas cuatro o cinco.
Y la cinta mĆ©trica es un arma muy Ćŗtil para atención primaria, y bien manejada puede ser una gran herramienta clĆnica", continĆŗa el doctor Moreno. AdemĆ”s de la cinta, hay otra forma casera de hacerse a la idea de si el flotador es en realidad grasa visceral. Es muy sencillo: tĆŗmbese boca arriba y vea quĆ© hace su barriga.
Si se le pone blandita, se desparrama hacia los lados o cae en rollos, tranquilo; tiene tripa, sĆ, y es antiestĆ©tica, tambiĆ©n, pero se trata de grasa subcutĆ”nea. En cambio, si su barriga se mantiene dura y alta, si puede apoyar en ella la cerveza sin que se caiga, lamentamos decirle que su panza es, en palabras de la doctora Monereo, "una bomba de relojerĆa.
Cuando veo a un hombre con esa tripa tensa, como de tambor, ya me hago a la idea de su perfil mĆ©dico: casi con toda seguridad es hipertenso, diabĆ©tico en un 80% de los casos y con el colesterol y los triglicĆ©ridos altos en otro 80%. Pero a menudo lo ignoran y, cuando se lo dices, es frecuente que te contesten: 'Ay, pero si es una tripa de comer marisco', o 'pues mi dinerito me ha costado'. Y te lo dicen asĆ, acariciĆ”ndosela...".
Ciertamente, la barriga masculina ha sido algo que, hasta hace relativamente poco, se daba por sentado. Como apunta Pedro Mansilla, periodista y sociólogo especializado en moda e imagen, "se consideraba como algo mĆ”s o menos natural, que aparecĆa a partir de los 30 y que se asociaba a la estabilidad sentimental: una vez el hombre conseguĆa su media naranja, se relajaba en todo el sentido de la palabra y se olvidaba un poco de su fĆsico".
ESTĆTICA VARONIL
Pero algo estĆ” cambiando. Ahora estĆ” mal visto tener barriga y existe una corriente de opinión en contra del descuido masculino. En palabras de Mansilla, puede venir motivado por dos contagios: "El primero, la influencia cada vez mĆ”s creciente de los logros femeninos; las mujeres ya no se mueren socialmente a los 40 ó 50 aƱos, y se estĆ” produciendo una especie de envidia en el varón, que tiene que corresponder a ese no descuido de la mujer y olvidarse de frases cavernĆcolas tipo 'el oso cuanto mĆ”s feo mĆ”s hermoso'.
El otro contagio vendrĆa de la mano de la cultura gay. Los homosexuales se cuidan mucho, se permiten la coqueterĆa y, al ser sexualmente mucho mĆ”s promiscuos -aunque decirlo sea polĆticamente incorrecto-, tienen que estar mĆ”s apetecibles en el mercado de la seducción".
"Prudencia y barriga son dos cosas que crecen simultĆ”neamente", escribĆa en el XIX Charles Dickens. Y esa idea de barriga asociada a la madurez la reflejaba tambiĆ©n Stephan Zweig en El mundo de ayer, al relatar que los mĆ©dicos jóvenes se veĆan obligados a engordar para aparentar mĆ”s edad y, por consiguiente, ofrecer una mayor credibilidad.
En este sentido, Rosa Raich, catedrĆ”tica de Intervención Psicológica en la Universidad Autónoma de Barcelona, seƱala que "ese modelo ya no se mantiene, aun cuando no ha perdido toda la vigencia. A los hombres les sigue importando menos el fĆsico que a las mujeres, porque siempre se han tenido en cuenta mĆ”s sus habilidades que su apariencia, pero sĆ les preocupa. No suelen tener el miedo a los kilos que la mayorĆa de las mujeres sufrimos, ya que tienen claro que el mĆŗsculo pesa, pero quĆ© duda cabe que les gusta tener cintura".
En distintos estudios realizados en su universidad, Raich ha comprobado que "la barriga es la parte del cuerpo que mÔs les preocupa, tanto a hombres entre 30 y 70 años como a nuestros estudiantes. Incluso a los chavales de 13 años les inquieta: su mayor preocupación, obviamente, es el acné, pero a continuación ya viene la barriga".
Las encuestas le dan la razón. Una consulta nacional realizada en 2009 por la revista norteamericana Fitness revelaba que el abdomen es la parte del cuerpo que mĆ”s querrĆan cambiar los hombres: un 48% de ellos frente a un 36% de las mujeres. Para los encuestados, es una zona tres veces mĆ”s traumĆ”tica que cualquier otra parte del cuerpo. TambiĆ©n en Estados Unidos, Psychology Today revelaba que un 43% de los hombres estaba descontento con su imagen en general, y con su abdomen en particular (63%).
Ya en nuestro paĆs, una encuesta de la revista Men's Health seƱala que a mĆ”s del 50% de los hombres les preocupa el tamaƱo de su barriga y que el 25% usa productos especĆficos para reducirla. Y otra realizada por la empresa de aparatos de fitness Slendertone apunta que el 89% de los encuestados considera que el abdomen es la parte del cuerpo que mĆ”s atención requiere.
A la vista de estos datos, parece que es mĆ”s que cuestionable el "soy sexy y barrigón" que canta AndrĆ©s Calamaro. La barriga no se considera sexy en absoluto, y de ahĆ que haya surgido todo un mercado orientado a eliminarla. A los hombres les preocupa su tripa, y bien lo saben los cirujanos plĆ”sticos, los entrenadores personales y los responsables de centros de estĆ©tica. A los primeros se suele acudir cuando la barriga ya ha alcanzado una dimensión considerable y se intenta tirar por la vĆa mĆ”s rĆ”pida: "Doctor, quĆteme este peso de encima".
Pero esto no es tan sencillo como abrir, quitar grasa y cerrar, seƱala el cirujano plƔstico Antonio Porcuna: "Si un hombre es obeso, lo primero que tiene que hacer es adelgazar, porque no podemos actuar contra la grasa intraabdominal.
Mediante técnicas como la liposucción o la abdominoplastia se puede eliminar el exceso de piel existente o la grasa subcutÔnea; esa es nuestra diana. Pero con la grasa visceral no podemos hacer nada a menos que la persona adelgace".
POSIBLES SOLUCIONES
Cuando un hombre acude a una consulta para quitarse la tripa, lo primero es, por tanto, hacer una valoración para ver si es o no candidato a la intervención: se comprueba si tiene digestiones correctas, si no padece meteorismo -es decir, si no acumula gases- y si no tiene ninguna otra patologĆa aƱadida (por ejemplo, los alcohólicos pueden desarrollar hepatopatĆas con acumulación de lĆquido intraabdominal).
"No podemos cometer ese error tan burdo de intentar hacer una liposucción en una barriga que estĆ” tensa y dura, pero que no tiene grasa subcutĆ”nea, porque irĆamos al fracaso", apunta el doctor Porcuna. "La solución para la grasa intraabdominal es hacer dieta, no hay milagros", seƱala por su parte el cirujano plĆ”stico Javier Mato-Ansorena.
Esta dieta puede ayudarse de fĆ”rmacos -en la reciente reunión de Hong-Kong se presentó un estudio acerca de los beneficios de orlistat para tratar la obesidad del abdomen-, y tambiĆ©n puede considerarse la opción, "para quienes tienen un elevado Ćndice de masa corporal es colocar un balón intragĆ”strico, con el que fĆ”cilmente se pueden perder 20 kg en seis meses; ahora bien, es una tĆ©cnica que precisa de un equipo multidisciplinar con refuerzo psicológico que atienda al paciente.
Y, si la grasa es subcutÔnea, entonces se puede hacer una liposucción, procurando al hacerla que se marquen muy bien los músculos laterales u oblicuos, no sólo los rectos abdominales". Marcar músculos, he ahà el objetivo de tantos hombres que no sólo quieren quitarse el tocinillo, sino también tener unos abdominales marcados, la tan sobrevalorada chocolatina.
Pues desengañémonos: no hay camino rÔpido para conseguirla, ni siquiera el quirófano puede darnos la solución: "Por mucha liposucción que hagas, no puedes dejar los músculos al descubierto si previamente no tienes unos músculos potentes", advierte el doctor Mato-Ansorena, quien, ademÔs, asevera que no hay prótesis mÔgicas que hagan las veces de abdominales: "Tenemos prótesis de glúteos o de pectorales, pero, hoy por hoy, no disponemos de ningún implante para el abdomen. Sólo el ejercicio puede ayudar".
PONERSE EN FORMA
Hacer ejercicio. Y ahĆ vienen nuevos errores, como ponerse a hacer serie tras serie de abdominales para encontrar despuĆ©s que ahĆ sigue el michelĆn. Frustrante, ¿verdad? "Con los abdominales se mejora el tono muscular, pero la barriguilla colgante, la piel gruesa, el flotador, seguirĆ” ahĆ porque es grasa acumulada", explica Marcos Flórez, director de la agencia de entrenadores personales a domicilio Estarenforma.com.
Flórez revela dos mitos ligados habitualmente al binomio barriga-ejercicio: "La mayorĆa de los hombres piensa que, cuanto mĆ”s abdominales haga, antes se verĆ”n, cuando el que lleguen a verse no depende sólo de estos mĆŗsculos, sino de la grasa que los cubre. Por eso, si se tiene mucha grasa en la cintura, serĆ” necesario hacer ejercicio y controlar la dieta.
Otro error, propio de quienes persiguen el cuerpo danone en 10 dĆas, es pensar que, cuando se tiene grasa en el abdomen, pero no se estĆ” especialmente gordo en el resto del cuerpo, hay que hacer Ćŗnicamente abdominales. Hoy sabemos que es mĆ”s importante trabajar otras zonas, porque asĆ aumenta mĆ”s el metabolismo basal y se gasta mĆ”s a lo largo del dĆa".
Pero es que, ademĆ”s, hacer abdominales apenas quema calorĆas, por lo que, seƱala Marcos Flórez, "es mucho mĆ”s interesante trabajar otros mĆŗsculos que quemen mĆ”s. Si uno sólo tiene 10 minutos por dĆa para hacer ejercicio y quiere lucir tableta, no deberĆa perder el tiempo Ćŗnicamente haciendo abdominales, porque no le van a hacer consumir mucho: deberĆa hacer ejercicios de piernas, ya que son con los que mĆ”s calorĆas gastamos".
Los mĆ”s perezosos -una tribu frecuentemente extendida entre los barrigudos, pues, al fin y al cabo, la barriga suele estar relacionada con la falta de ejercicio y con el sedentarismo- pueden optar por los tratamientos de medicina estĆ©tica diseƱados especĆficamente para reducir grasa de zonas localizadas.
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