La Ćŗltima vez que Rebeca Rubio vio a su padre tenĆa 13 aƱos. Fue en Guatemala donde se encontraron de manera clandestina, en 1983. Ella no d...
La Ćŗltima vez que Rebeca Rubio vio a su padre tenĆa 13 aƱos. Fue en Guatemala donde se encontraron de manera clandestina, en 1983. Ella no dejĆ³ de llorar ante el hombre que consideraba un hĆ©roe, Ricardo Rubio, comandante de la OrganizaciĆ³n Revolucionaria del Pueblo en Armas (ORPA). Luego no supo mĆ”s.
Algunos sobrevivientes de la represiĆ³n polĆtica dijeron que el guerrillero habĆa muerto en algĆŗn cuartel de la capital guatemalteca un par de aƱos despuĆ©s. Ninguna certeza, salvo que desde entonces esa ausencia la acompaƱarĆa para siempre.
Sin comprender cabalmente las razones por las que el comandante se marchĆ³, Rebeca creciĆ³ con esa herida en casa de los abuelos paternos. A veces lo admiraba por idealista. Otras, sentĆa rencor contra aquel hombre que antepuso una causa por encima de su propia hija.
La inquietud por el pasado la volviĆ³ una adolescente tĆmida y vulnerable, que a menudo se preguntaba por quĆ© tenĆa que vivir con esa carga. Las respuestas que nadie le dio las buscĆ³ por cuenta propia aƱos mĆ”s tarde, cuando decidiĆ³ estudiar antropologĆa en la Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad del Valle de Guatemala.
Tres necesidades bĆ”sicas decidieron su vocaciĆ³n profesional: primero, encontrar fĆsicamente los restos del guerrillero para reparar el vacĆo emocional con el que vivĆa; segundo, desmentir la imagen del hĆ©roe que le inculcaron sus abuelos y tĆos para rencontrarse con la figura del padre. Encontrar una explicaciĆ³n social para entender por quĆ© se habĆa involucrado en un movimiento armado; y tercero, la necesidad de solidaridad con otras personas que tenĆan la misma experiencia que ella.
La bĆŗsqueda no pudo hacerla profesionalmente porque en aquel entonces en Guatemala no existĆa la carrera de antropologĆa forense. Rebeca Rubio tuvo que graduarse como antropĆ³loga social. Obtuvo el tĆtulo con la tesis Construyendo cuerpos. La subcultura del gimnasio urbano en la ciudad de Guatemala.
“Sigo buscando (dice Rebeca) porque la historia debe tener un final. De lo contrario, queda un vacĆo. Por esa razĆ³n es que enterramos a nuestros muertos. Y yo quiero cerrar ese cĆrculo.”
Cuando era adolescente Rebeca siempre tuvo una sensaciĆ³n de debilidad. Una melancolĆa que no la dejaba ser como las demĆ”s chicas de su edad. En su mente ella era una gimnasta como la rumana Nadia Comaneci, la primera atleta en conseguir una calificaciĆ³n perfecta en Juegos OlĆmpicos. QuerĆa ser fuerte y reconocida.
“Pienso que era una necesidad y aquĆ me voy a meter en el terreno de la sicologĆa (reflexiona), pero creo que cuando vives con una falta buscas el reconocimiento de los demĆ”s, demostrar en todo momento que vales. Tal vez para curar la autoestima.”
Esa medicina la buscĆ³ en el deporte. PracticĆ³ el ciclismo de ruta durante ocho aƱos, taekwondo, nataciĆ³n y triatlĆ³n, hasta que encontrĆ³ el camino del fitness. Una disciplina en la que desarrolla muscularmente el cuerpo y que incluye rutinas acrobĆ”ticas.
El proverbio latino mente sana en cuerpo sano para ella significĆ³: cuerpo fuerte para una mente fuerte.
Fue una revelaciĆ³n descubrir que lo emocional se reflejaba en lo fĆsico. En el fitness pudo eliminar su frustraciĆ³n como gimnasta, y al mismo tiempo ponerse a prueba consigo misma.
En ese deporte Rebeca es la rival de Rebeca: Me reparĆ© por completo porque mi debilidad me hacĆa daƱo, me di cuenta que tenĆa que cambiar mi chip. Desde entonces me empecĆ© a percibir como una mujer fuerte y con poder.
En la tesis con la que obtuvo la licenciatura en antropologĆa aborda lo que expresa socialmente el cuerpo. A un fĆsico musculoso (explica) se le atribuyen connotaciones de poder y fuerza. Una persona muy desarrollada es admirada, pero no aceptada socialmente porque eso se considera una anormalidad. Hacerse fuerte, entonces, tiene un costo social. Mucho mayor si se trata de una persona del sexo femenino: La gente piensa que una mujer musculosa es ruda, que le pega a su marido. No es aceptada porque invade un espacio que se considera pertenece a los hombres.
Ella pagĆ³ ese costo. Dice que intimida a los hombres porque no toleran que una mujer tenga mĆ”s desarrollados los mĆŗsculos que ellos. A mis 39 aƱos soy soltera y no tengo familia. Es el precio que tengo que pagar por romper una barrera de gĆ©nero.
En junio pasado Rebeca Rubio subiĆ³ a la lĆnea de competencia en el Mundial de fitness en Miami, Florida. Diez aƱos despuĆ©s de competir los jueces decidieron que merecĆa ser nombrada campeona del mundo. Cuando lo recuerda todavĆa se estremece.
Ahora vive en MĆ©xico y piensa escribir un libro sobre su vida. Dice que empezarĆ” con una escena en la que aborda un aviĆ³n rumbo a un paĆs desconocido. Vuela... para empezar de nuevo.
Algunos sobrevivientes de la represiĆ³n polĆtica dijeron que el guerrillero habĆa muerto en algĆŗn cuartel de la capital guatemalteca un par de aƱos despuĆ©s. Ninguna certeza, salvo que desde entonces esa ausencia la acompaƱarĆa para siempre.
Sin comprender cabalmente las razones por las que el comandante se marchĆ³, Rebeca creciĆ³ con esa herida en casa de los abuelos paternos. A veces lo admiraba por idealista. Otras, sentĆa rencor contra aquel hombre que antepuso una causa por encima de su propia hija.
La inquietud por el pasado la volviĆ³ una adolescente tĆmida y vulnerable, que a menudo se preguntaba por quĆ© tenĆa que vivir con esa carga. Las respuestas que nadie le dio las buscĆ³ por cuenta propia aƱos mĆ”s tarde, cuando decidiĆ³ estudiar antropologĆa en la Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad del Valle de Guatemala.
Tres necesidades bĆ”sicas decidieron su vocaciĆ³n profesional: primero, encontrar fĆsicamente los restos del guerrillero para reparar el vacĆo emocional con el que vivĆa; segundo, desmentir la imagen del hĆ©roe que le inculcaron sus abuelos y tĆos para rencontrarse con la figura del padre. Encontrar una explicaciĆ³n social para entender por quĆ© se habĆa involucrado en un movimiento armado; y tercero, la necesidad de solidaridad con otras personas que tenĆan la misma experiencia que ella.
La bĆŗsqueda no pudo hacerla profesionalmente porque en aquel entonces en Guatemala no existĆa la carrera de antropologĆa forense. Rebeca Rubio tuvo que graduarse como antropĆ³loga social. Obtuvo el tĆtulo con la tesis Construyendo cuerpos. La subcultura del gimnasio urbano en la ciudad de Guatemala.
“Sigo buscando (dice Rebeca) porque la historia debe tener un final. De lo contrario, queda un vacĆo. Por esa razĆ³n es que enterramos a nuestros muertos. Y yo quiero cerrar ese cĆrculo.”
Cuando era adolescente Rebeca siempre tuvo una sensaciĆ³n de debilidad. Una melancolĆa que no la dejaba ser como las demĆ”s chicas de su edad. En su mente ella era una gimnasta como la rumana Nadia Comaneci, la primera atleta en conseguir una calificaciĆ³n perfecta en Juegos OlĆmpicos. QuerĆa ser fuerte y reconocida.
“Pienso que era una necesidad y aquĆ me voy a meter en el terreno de la sicologĆa (reflexiona), pero creo que cuando vives con una falta buscas el reconocimiento de los demĆ”s, demostrar en todo momento que vales. Tal vez para curar la autoestima.”
Esa medicina la buscĆ³ en el deporte. PracticĆ³ el ciclismo de ruta durante ocho aƱos, taekwondo, nataciĆ³n y triatlĆ³n, hasta que encontrĆ³ el camino del fitness. Una disciplina en la que desarrolla muscularmente el cuerpo y que incluye rutinas acrobĆ”ticas.
El proverbio latino mente sana en cuerpo sano para ella significĆ³: cuerpo fuerte para una mente fuerte.
Fue una revelaciĆ³n descubrir que lo emocional se reflejaba en lo fĆsico. En el fitness pudo eliminar su frustraciĆ³n como gimnasta, y al mismo tiempo ponerse a prueba consigo misma.
En ese deporte Rebeca es la rival de Rebeca: Me reparĆ© por completo porque mi debilidad me hacĆa daƱo, me di cuenta que tenĆa que cambiar mi chip. Desde entonces me empecĆ© a percibir como una mujer fuerte y con poder.
En la tesis con la que obtuvo la licenciatura en antropologĆa aborda lo que expresa socialmente el cuerpo. A un fĆsico musculoso (explica) se le atribuyen connotaciones de poder y fuerza. Una persona muy desarrollada es admirada, pero no aceptada socialmente porque eso se considera una anormalidad. Hacerse fuerte, entonces, tiene un costo social. Mucho mayor si se trata de una persona del sexo femenino: La gente piensa que una mujer musculosa es ruda, que le pega a su marido. No es aceptada porque invade un espacio que se considera pertenece a los hombres.
Ella pagĆ³ ese costo. Dice que intimida a los hombres porque no toleran que una mujer tenga mĆ”s desarrollados los mĆŗsculos que ellos. A mis 39 aƱos soy soltera y no tengo familia. Es el precio que tengo que pagar por romper una barrera de gĆ©nero.
En junio pasado Rebeca Rubio subiĆ³ a la lĆnea de competencia en el Mundial de fitness en Miami, Florida. Diez aƱos despuĆ©s de competir los jueces decidieron que merecĆa ser nombrada campeona del mundo. Cuando lo recuerda todavĆa se estremece.
Ahora vive en MĆ©xico y piensa escribir un libro sobre su vida. Dice que empezarĆ” con una escena en la que aborda un aviĆ³n rumbo a un paĆs desconocido. Vuela... para empezar de nuevo.
Fuente: cdn.com.mx
COMMENTS